sábado, 30 de mayo de 2015

Un octubre cualquiera



Está lloviendo,
como si tú mañana
no te fueras a despertar.

Son las dos y tres minutos.
Se supone,
que en algún lugar del globo
alguien está feliz.
Alguien se funde en sábanas.

También se supone que habrá
Otras mujeres después de ti.


Tú.
Después de tú,
Tus
Ojos.
Tus
manos.
Tus
piernas.

Después de tu mirada de soslayo,
antes de alejarme de tu puerta.

Después de acariciarte
la palma de la mano
antes de besarte el cuello.

Tengo una lista de propósitos
que llevan  a tu portal,
porque
que no te mientan,
todos los caminos llevan a tu espalda.

Es mentira.
No puede haber caminos transitables
después de esas piernas sobre mi cama.

La amenaza de un amanecer
que te despierte me parece
una auténtica cabronada.

Estiras los dedos de los pies y bostezas.
El mundo se limita a un suspiro cuando bostezas.

Dos y quince minutos.
Te quito el pelo de la cara
y me encomiendo a un insomnio
que lleve tu moño de cuando estudias.

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